La Pachamama es la diosa suprema honrada por los pueblos aborígenes que habitan el Noroeste Argentino, Bolivia y Perú. Ella es considerada la madre (Mama) que engendra la vida, la nutre y la protege. Su nombre es popularmente traducido como “Madre Tierra”, aunque el significado arcaico de “Pacha” no estaba solamente referido a la tierra sino al universo y al tiempo.
El día de la Pachamama se celebra el primero de agosto, aunque sus fiestas se extienden durante todo este mes, que está consagrado enteramente a Ella. Ese día la comunidad se dirige hacia un pozo ceremonial que es marcado con piedras para reconocer el lugar tras año tras año. Allí se entierra comida cocida, hojas de coca, granos y harina de maíz, vino, cigarros y chicha para alimentar a la Madre Tierra y pedirle permiso para “herirla”, ya que es la época en que dará comienzo la siembra. Estos pozos donde se depositan las ofrendas se denominan “apachetas” y guardan una simbología que venera a la Diosa Triple: las piedras con las que se cubre representan a la Pachamama del cielo (Janaj Pacha); las ofrendas, a la Pachamama del suelo (Kay Pacha), y el pozo a la Pachamama que es la reina del Mundo Subterráneo (Ukhu Pacha).
El día de la Pachamama se celebra el primero de agosto, aunque sus fiestas se extienden durante todo este mes, que está consagrado enteramente a Ella. Ese día la comunidad se dirige hacia un pozo ceremonial que es marcado con piedras para reconocer el lugar tras año tras año. Allí se entierra comida cocida, hojas de coca, granos y harina de maíz, vino, cigarros y chicha para alimentar a la Madre Tierra y pedirle permiso para “herirla”, ya que es la época en que dará comienzo la siembra. Estos pozos donde se depositan las ofrendas se denominan “apachetas” y guardan una simbología que venera a la Diosa Triple: las piedras con las que se cubre representan a la Pachamama del cielo (Janaj Pacha); las ofrendas, a la Pachamama del suelo (Kay Pacha), y el pozo a la Pachamama que es la reina del Mundo Subterráneo (Ukhu Pacha).
BOLIVIA > EL AÑO NUEVO AYMARA
Fiesta en el salar
En unas semanas la tierra boliviana será testigo del año nuevo aymará. Una travesía de cuatro días desde Oruro hasta el Salar de Uyuni, donde el pueblo de Tahua celebra la fiesta anual con rituales ancestrales que simbolizan la cultura agrícola y social de los pueblos andinos.
VIDA NUEVA. El 21 de junio comienza el año nuevo aymará –517 de la quinta era, que equivale a 1000 años– con rituales que simbolizan la cultura agrícola y social de decenas de pueblos andinos. Esta tradición ancestral también está presente en diferentes culturas milenarias en todo el mundo: tanto la sabiduría amerindia como la europea y asiática sintieron que la Madre Tierra tiene ritmos periódicos asociados a la posición respecto del sol y su influencia en la vida de los seres. Así, el solsticio de invierno marca el inicio de una etapa, de un renacimiento. La división del tiempo relacionada al ecosistema y su actividad económica productiva ha sido determinante en los aymarás. Su calendario se basa en el año solar, a su vez dividido en dos: la primera parte empieza en el solsticio de invierno (entre los meses de junio y julio) y dura hasta el solsticio de verano (entre diciembre y enero). La segunda es exactamente al revés, y marca al mismo tiempo el fin del año solar y comienzo del otro. El solsticio de invierno no sólo se trata de la noche más corta y fría y del año: marca un calendario de eventos festivos rurales y urbanos, ligados a la religiosidad popular de una nueva época de siembra. En todas las culturas andinas, el momento debe ser agradecido a través de un ritual, e incluso una antigua tradición sugiere que durante doce días nada “gire” (que la rueca no hile, que no se lave la ropa) bajo el simbólico sentido de descanso anual. Se trata de una suerte de balance o examen de conciencia, para recomenzar luego con la fuerza del sol un nuevo año. Cuentan pobladores de Tahua que esta fiesta estuvo a punto de desaparecer en tiempos de colonización, y que muchos pueblos la reemplazaron por la festividad religiosa de San Juan. Los tahueños han optado por conservarla: volver a sus tradiciones significa afianzar su identidad y reforzar la filosofía de vida que une al hombre con la Pachamama.
EXPEDICION AL DESIERTO. El viaje en grupo comienza con la llegada a Oruro por la tarde, lo que da tiempo para hospedarse y recorrer las calles céntricas de la ciudad en busca de un buen guisado de pollo. Por la noche, viajeros y guías se encuentran en la terminal de ómnibus de Oruro para salir con destino a Uyuni en vehículos de doble tracción (imprescindibles por el escarpado y salitroso camino). La mañana siguiente ya es parte de una travesía off-road en las inmediaciones del salar, un área de 12.000 kilómetros cuadrados que por momentos a asemeja a la superficie de un interminable glaciar, donde se suele realizar una parada en Colchani, un pueblo chico ubicado en los límites del salar. Allí se extrae la sal de manera precaria, con palas y un arduo trabajo manual, y se lleva a una planta procesadora que purifica los nitratos, sulfatos y demás minerales que van al mercado local y exportados a más de 20 países.
Pero la sal no sólo es comestible: un puñado de artesanos ofrece figuras, portarretratos, ceniceros, tazas, alhajeros, juegos de dados y hasta representaciones de la Pachamama, íntegramente tallados sobre trozos de sal. Al lado, un pequeño museo exhibe estatuas de tamaño natural de animales y personajes de la historia potosina. El camino sigue hasta los ojos de agua y el Hotel de Sal, apenas una muestra de lo que ha de venir: la isla Incahuasi. Esta formación de roca volcánica declarada Área Protegida posee enormes cactus bicolores que en tiempo de floración alcanzan los 10 metros de altura y son recubiertos por curiosos pétalos amarillos. El ticket para entrar y recorrer las 24 hectáreas es muy barato. Desde allí, el salar se asemeja más que nunca a un océano blanco. Como a esa altura el hambre llega al cuerpo, las mesas de sal de la isla se llenan de platos a base de quínoa, chuletas fritas y ensalada de pepino y tomate, sabores regionales ideales para reponer las energías que el camino por venir demandará.
El viaje continúa a lo largo de varios kilómetros hacia el volcán Thunupa. El nombre del volcán evoca el mito andino de la bella Thunupa, la madre creadora del salar y la gran madre de las comunidades de la zona. Pero además de las leyendas, hay mucho para ver: desde la Cueva de Chiquini, unas extrañas formaciones rocosas erosionadas por el paso del tiempo, hasta el Pukara de Chiquini, ruinas que mantienen el recuerdo de la antigua cultura precolombina desde donde se puede admirar el llamado “Salar Sensual”, una porción de islas y bahías del Oeste muy poco conocido por el turismo habitual. La salida concluye con las Momias de Coqueta, restos fósiles encontrados en el volcán Thunupa, a 5000 metros sobre el nivel del mar.
Desde la base del volcán, se retoma el itinerario hacia la población de Tahua para disfrutar de un sabroso api (mazamorra de maíz amarillo y maíz morado, con canela, clavo de olor y cáscara de naranja), una carapulka (harina de trigo retostada y cocida con piedra caliente) y la tradicional cazuela (una sopa de maní, papas, carne y pescado, acompañada de arroz o fideos), para descansar a full y esperar en la madrugada la llegada del solsticio de invierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario